Los alcaldes, concejales y afiliados que han abandonado Nueva Canarias para ingresar en el nuevo partido Municipalistas Primero Canarias, impulsado por Teodoro Sosa y Óscar Hernández, fundamentan este paso en la negativa de la dirección de la formación liderada por Román Rodríguez a llevar a cabo una renovación de la cúpula que dirige la organización desde que fuera fundada, en el año 2005.
Nueva Canarias nació como consecuencia de una fractura interna de Coalición Canaria, motivada, de manera fundamental, por las luchas recurrentes en todos los partidos por hacerse con el poder.
El abandono y maltrato a las Islas por parte del Gobierno de España había forzado, en 1993, que los partidos de ámbito canario decidieran unirse, inicialmente bajo el paraguas de una coalición de partidos. Nacía así Coalición Canaria, con cinco formaciones políticas de distinto espectro ideológico, que coincidieron en situar por encima de todo la defensa de los intereses de las Islas.
Las Agrupaciones de Independientes de Canarias (AIC), Izquierda Nacionalista Canaria (INC), Asamblea Majorera (AM), el Partido Nacionalista Canario (PNC) y Centro Canario Independiente (CCI), predecesor del CCN, unieron sus fuerzas para que el Archipiélago tuviera el primer gobierno nacionalista de la historia y para influir en las Cortes Generales en favor del respeto a las singularidades de nuestra tierra.
Cuatro diputados y siete senadores de obediencia canaria en las Cortes Generales fueron la clave para que Canarias hiciera oír su voz con fuerza en el ámbito estatal. Desde ese potente posicionamiento político, Coalición Canaria firmó en Madrid, igual que Convergencia i Unió, el apoyo a la investidura de Aznar, ganador de las elecciones generales celebradas en marzo de 1996.
Ese respaldo formó parte del pacto de legislatura del que derivaron las medidas competenciales, fiscales, económicas, sociales y de desarrollo de infraestructuras y equipamientos más importantes de la historia del Archipiélago. Con aquellos votos nacionalistas, imprescindibles para el Gobierno de Aznar, contar con Canarias se convirtió en una obligación.
En aquel momento histórico, defender y darle voz a las Islas fue el pegamento milagroso para unir a centristas, conservadores, liberales, independentistas, izquierdistas, nacionalistas, regionalistas y autonomistas. Lo primero era Canarias.
Tres décadas después, el modelo de Estado se ve muy condicionado por el peso político de algunos territorios de España. El Gobierno es prisionero de vascos y catalanes y, en medio de ese contexto, Canarias necesita y debe estar presente.
Por fortuna, aquí no existe ninguna organización que llame la atención de las autoridades españolas por planteamientos violentos en la defensa de sus derechos y singularidades. Tampoco tenemos un poder económico o mediático que condicione las decisiones que tome el Gobierno de España. Y los partidos estatales nos consideran como una autonomía de régimen común más, cuando no la última posesión de España en el Atlántico. Por lo tanto, nuestra única arma para defendernos de las displicencias y abandonos del Gobierno español de turno es el número de diputados y senadores de obediencia canaria que se sienten en el Congreso y en el Senado. De ahí que el reto para los nacionalistas, y quienes piensen que lo primero es Canarias, pasa por disponer de grupos propios en las Cortes Generales. Como poco, los 4 diputados y 7 senadores que ya tuvimos en 1996, dándole voz y fuerza a las Islas. Porque nunca Canarias tuvo tanto protagonismo en el ámbito del Estado.
Recuperar aquel respeto y protagonismo del que gozamos pasa por la unidad. Las fracturas dentro del espacio nacionalista nos empobrecen políticamente.