Si dejamos que movimientos como la turismofobia y otros similares, destruyan la industria turística que con tiempo, inversión y sacrificio de muchos profesionales y de la sociedad canaria en general hemos logrado, perderemos todo lo conseguido.
Por supuesto que el turismo requiere cambios y adaptación a los tiempos actuales, esto es verdad, pero desde luego, la solución no es la turismofobia.
No podemos ni debemos admitir que un movimiento con pocos adeptos y sin razones aparentes nos genere una imagen negativa en los mercados de origen de nuestros visitantes.
En un mundo cada vez más interconectado, la turismofilia no solo representa una estrategia para el crecimiento económico, sino también una oportunidad para fomentar la comprensión mutua, la preservación cultural y la protección del medio ambiente, contribuyendo así a un futuro más inclusivo y más acorde con las necesidades que tienen nuestras Islas.
Para fomentar la turismofilia, se deberían desarrollar planes turísticos que consideren el impacto a más largo plazo en nuestra población y en el medio ambiente, integrando perspectivas sociales, económicas y ecológicas.
El turismo es una fuente de ingresos y empleos para muchos de nuestros destinos turísticos y ciudades, especialmente en sectores como el hotelero, la hostelería, la gastronomía, el transporte y los servicios turísticos.
Cuando la turismofobia se convierte en una tendencia generalizada, puede llevar a una reducción en el número de turistas que visiten nuestros destinos, lo cual impactaría negativamente en nuestras economías locales y en la economía regional de las Islas .
Los negocios pequeños y medianos, como restaurantes, tiendas de artesanía y otros comercios, serían los más afectados. Esto, como es lógico, puede generar desempleo y pérdidas económicas, afectando a las personas y las familias que dependen del turismo que en Canarias son la mayoría.
La turismofobia puede proyectar y en nuestro caso proyecta una imagen negativa que está afectando a nuestro atractivo turístico. Cuando los turistas se enteran de que no son bien recibidos o que existen sentimientos de rechazo hacia ellos, pueden optar por visitar otros lugares y nuestra competencia está cada día mejor preparada y con más medios.
Además, la cobertura mediática de actitudes de rechazo o protestas contra el turismo puede perjudicar la reputación de nuestros destinos y ciudades, lo que no solo afecta a los turistas potenciales, sino también a nuestra imagen turística. La turismofobia genera tensiones y conflictos entre los residentes y los turistas, que pueden derivar en comportamientos hostiles o de confrontación. Esto puede incluir actos de vandalismo contra instalaciones turísticas, grafitis con mensajes de rechazo en zonas públicas y privadas, protestas en zonas concurridas y otros actos de resentimiento que deterioran la convivencia y la imagen de las islas. Estos conflictos no solo afectan la experiencia del turista, sino que también crean un ambiente de malestar para los residentes, aumentando el estrés y las situaciones límite que son muy difíciles de controlar y tanto perjudican a turistas como a residentes.
La turismofobia es una respuesta comprensible ante el turismo de masas y los problemas que este puede causar en algunos destinos, pero es importante tener en cuenta sus consecuencias negativas.
En lugar de rechazar el turismo de forma generalizada, una opción más efectiva es trabajar en la implementación de modelos de turismo sostenible y actualizados que mejoren la situación de nuestros destinos y nos permitan a todos vivir con más medios y mejor calidad de vida.
Con una buena gestión, el turismo puede ser una fuente de enriquecimiento cultural y económico para nosotros, permitiendonos aprovechar los beneficios sin que esto implique una pérdida de identidad o calidad de vida de los canarios. La clave está en encontrar soluciones intermedias y en promover una actitud de convivencia en la que tanto turistas como residentes puedan resultar beneficiados.
Desde luego la solución no es la turismofobia. La solución es la turismofilia.