Cada once de noviembre a las once horas, 11-11-11, se recuerda y se homenajea en el Reino Unido y en la Commonwealth a los hombres y mujeres que perdieron su vida en las dos grandes Guerras Mundiales y en los conflictos posteriores. Es el día del “Día del Recuerdo” o “Poppy Day”.
En la ciudad de Londres este acto se celebra en la Plaza de Trafalgar, al pié del monumento al almirante Nelson, custodiado por los cuatro enormes leones de bronce. Durante toda la mañana, grupos musicales actuaban en la carpa instalada al efecto interpretando música adecuada para la ocasión, mezcla de tristeza, resignación y esperanza en que tanto sacrificio no haya sido en vano.
Las actuaciones y las lecturas de los mensajes empezaron tempranito ya que en Inglaterra la gente acostumbra a madrugar mucho y en estos meses de vísperas de invierno, a las 5 de la tarde ya es de noche. Poco a poco la gente fue llenando la plaza, mientras que los voluntarios ofrecían las “poppies”, (amapolas), a los que no las llevaban aún. Era una mañana gris en la que caía de vez en cuando una “garujilla” de agua que con el aire fresquito se encargaba de esparcir.
Tal vez, se me ocurrió de pronto, era la forma en que los cielos lloraban su pena por tantas vidas truncadas y tantas familias rotas por los conflictos bélicos. Para los que venimos del sur, sorprende sobremanera que en este tipo de actos sea la sociedad civil la protagonista, aunque asistan pequeños grupos de soldados uniformados en representación informal de las Fuerzas Armadas, mezclados entre el público.
Tampoco eran los protagonistas principales de los pequeños discursos grabados con antelación que se iban proyectando en la pantalla gigante entre actuación y actuación. Aunque no conozco a los políticos ingleses, creo que sólo intervino oficialmente el Primer Ministro Cameron, con una alocución grabada que me pareció sencilla y emotiva, dirigida a las gentes, sin pretensiones políticas partidistas sino ensalzando los valores nacionales no discutibles ni discutidos por casi nadie en Gran Bretaña.
En resumen, creo que habló de patriotismo, aunque no lo puedo asegurar tajantemente por mi deficiente nivel de inglés y mi creciente dificultad para oír. Al llegar las 11 horas, sonó un cañonazo remoto y una campana lejana doblando se hizo oír. En el escenario un guardia real inició un toque de corneta llamando a los dos minutos de silencio. Ese tiempo se alargó por casi cinco minutos, en los que se paró el tráfico rodado en los alrededores de la Plaza de Trafalgar, las personas y los niños callaron y hasta las palomas y gaviotas se posaron para respetar aquel grito de sentido homenaje que el pueblo inglés dedicaba a sus caídos.
Fue una experiencia inolvidable, una mezcla de sentimientos de sana envidia por el civismo de un pueblo que sabe aparcar sus diferencias políticas para rendir este homenaje de agradecimiento a los que murieron. “Hombro con hombro con todos los que Sirven” (así lo escriben en la pancarta, con mayúsculas). Y para concluir el acto, las hojas de las amapolas y varias coronas eran depositadas sobre el agua de las dos fuentes que adornan esta emblemática plaza londinense situado, no por casualidad, en Charing Cross...
Cuando suena la canción “The time to say goodbay”, unos minutos antes del cañonazo de las 11 de la mañana, la tensión emocional sube al límite y afloran muchas lágrimas.
https://www.youtube.com/watch?v=KPrf-svWUAQ
