La prueba más clara de que la oposición española hace una política de chichinabo es la polémica actual sobre inmigración tras el viaje de Pedro Sánchez a varios países africanos para promover la economía circular y los contratos en origen para regularizar el trabajo legal de los foráneos en España.
El discurso de Sánchez en Mauritania, Senegal y Gambia recoge sustancialmente lo que el PP pedía públicamente hasta anteayer: que los inmigrantes llegaran a España con un contrato de trabajo y los papeles en regla para evitar la inmigración irregular (ilegal, la llama la ultraderecha inmisericorde). Pero a la posición no le gustan ni sus propias propuestas.
Esta es la prueba más fehaciente de que la crítica de la oposición no es al presidente del Gobierno sino a su persona. Diga lo que diga y haga lo que haga el presidente, Sánchez es culpable siempre. Al presidente de España nunca se le aplica la presunción de inocencia recogida en nuestra sacrosanta Constitución de Estado garantista. La ley de leyes es otra que usa la oposición para servir a sus intereses y no al de los españoles.
Ya el gobierno de Aznar firmó con Marruecos hace veintitres años un acuerdo de mano de obra dentro de esa política de contratos de trabajo en origen. Curiosamente, el que firmó el acuerdo fue su entonces vicepresidente, Mariano Rajoy, que posteriormente estuvo al frente del Gobierno de España.
La migración circular que está proponiendo el Gobierno de España en su periplo africano es similar a la que planteó Aznar a principios de siglo, pero sin embargo los portavoces del partido del hombrecillo de ridículo bigote dicen ahora que esa inmigración ordenada y regular provoca inexorablemente un efecto llamada.
El autor de la frasecita es, cómo no, el inefable portavoz del PP en el Congreso, Miguel Tellado (Montero lo llama el señor calvo de gafas con su gracejo andaluz), que encima exige una disculpa a Sánchez por rectificar y coincidir con él. Tellado declaró el miércoles en la radio de Federico Jiménez Losantos que había que hacer deportaciones masivas con los inmigrantes, pero el jueves echó la culpa a Sánchez. Es como su jefe Feijóo, que un día se comporta como un moderado centrista y al día siguiente compite con Abascal a ver quién dice la burrada más grande.
Este Tellado es el mismo que hace meses pidió que la Armada española frenara a los cayucos en altamar a cañonazos. Después de un tirón de orejas y de que el jefe de la Armada española lo ridiculizace públicamente, Tellado reculó y dijo Diego (Armando Maradona) donde antes había dicho digo.
El portavoz del PP, Borja Sémper, desautorizó a Tellado después del revuelo que montó, pero el principal partido de la oposición debe tomarse más en serio un asunto tan importante como la migración. Tiene que aclarar si está con el racista Albiol o con el moderado centrista Sémper. Los dos no pueden caber en un mismo partido si discrepan tan antagónicamente sobre un asunto tan trascendental y sustancial.
Parafraseando a Miguel Zerolo cuando fue consejero de Turismo de Canarias: "Queremos un turismo normal. Entre Pitita Ridruejo (en paz descanse) y los hooligans hay un punto medio". Efectivamente en el centro está la virtud.
Hace dos meses Feijóo presentó una reforma de la Ley de Extranjería que es prácticamente calcada a la que Sánchez defendió estos días en África. Georgia Meloni se ha gastado 5.500 millones de euros en ayudas a los países africanos para frenar la inmigración en Italia. Yolanda Díaz se ha desmarcado de la política gubernamental de Pedro Sánchez en materia inmigratoria, apelando a la acogida humanitaria.
La crisis migratoria no sale gratis ni siquiera a la ultraderecha. Meloni ha tenido que desembolsar miles de millones de euros para parar los flujos hacia su país. En España la ultraderecha no quiere invertir un céntimo en las políticas migratorias pero en cambio le parece poco que el Gobierno acabe de destinar 50 millones de euros a Canarias para la acogida de niños inmigrantes por culpa del rechazo, precisamente de esa ultraderecha y de la derecha del PP, al reparto de los menores entre las comunidades autónomas.
Los extremistas difunden a diario bulos y trolas sobre la inmigración para que la gente ingenua y un poco mema se crea las paparruchadas abyectas y miserables que abonan mezquinamente el terreno a los reaccionarios.
El Papa Francisco ha tildado de pecado mortal la política migratoria de la derecha europea y americana. Él ha dicho pecado grave pero en el argot católico es pecado mortal. Desde luego no es nada venial 0ni minúsculo.
El problema del Vaticano es que la derecha es cada vez menos cristiana. Si ya le importa un rábano lo que les ocurra a niños inocentes que sufren en sus carnes una travesía infernal agravada por el encarnizado enfrentamiento político, su nula e insensible humanidad se queda a la altura del betún. Les da igual. Ellos creen que con la confesión borran hasta sus pecados más gordos, aunque realmente lo único que borran es su supuesta caridad cristiana. La bondadosa humanidad ya no vive aquí. Se mudó de piso.