Hace unos días, en agosto de 2011, la concejal del Ayuntamiento de LPGC, Hernández Bento, junto con el también concejal Pedro Quevedo Iturbe, recibieron en los Jardines del Metropole a los 60 niños saharauis, que procedentes de los campos de refugiados de Tinduf, están acogidos durante el verano en la isla de Gran Canaria.
Esta iniciativa forma parte del proyecto “Vacaciones en paz”, coordinado con la Asociación Canaria del Pueblo Saharaui, que permite a muchos niños salir por un tiempito de los míseros campos donde Argelia los tiene confinados, sin más futuro que el que decida Frente Polisario para ellos. En realidad esos niños no han conocido la guerra, sus padres o abuelos tal vez sí. Por eso es importante, como señaló Hernández Bento “apostar por una actividad que permite a los niños conocer otras realidades y disfrutar de un verano diferente”. También así lo reconoció el representante del Frente Polisario de Las Palmas, Mohamed Salem, “Vacaciones en paz es una experiencia especial que ha llevado incluso a que muchos de ellos repitan al verano siguiente”.
No obstante es bien sabido que el camino del infierno, más aún el bien subvencionado que conduce a Tinduff, está empedrado de buenas intenciones. Por eso tal vez convenga recordarle a los políticos que en una guerra hay al menos dos bandos y que hay familias que quedan separadas por ella. Que si sufren sus secuelas los niños que están aislados en la zona controlada por el Polisario, también las padecen los que quedan en la zona marroquí. Y no debieran olvidar tampoco que Pueblo Saharaui, como grupo de personas, y Frente Polisario, partido político, no son conceptos sinónimos, aunque así lo pretendan estos políticos y algunos ilusos aún les aceptan esa falacia. Saharauis también los hay en Marruecos, en El Aaiún o en Dajhla ─la antigua Villa Cisneros, como ellos mismos recuerdan─ y en mayor cantidad por cierto, que no son polisarios. Sería tanto como afirmar que los españoles son del PSOE porque ahora gobierna.
Al margen de ese tipo de cuestiones de mayores, los niños son siempre niños. Por eso en cuanto tuvieron ocasión organizaron una pachanga, partido informal de fútbol o baloncesto, con un insólito jugador: un perrito teckel, también conocido como salchicha y de nombre Bicho, que les hizo correr de lo lindo para arrebatarle el balón.
El jolgorio infantil continuó con otro juego de pelota, del tamaño de las de tenis. Los niños, que según comentaron los adultos saharauis acompañantes, no estaban acostumbrados a jugar con perros, ya que los que ellos han visto en el desierto están asilvestrados y muchos son peligrosos. Y como la ocasión la pintan calva, aunque se coja por los pelos, los niños pasaron un buen rato intentando “placar” al veloz y escurridizo animalito para quitarle la pelota, que a esas alturas del partido ya estaba hecha jirones de tantos tirones que le daban los unos y el otro. Otro compañero canino mira curioso las carreras del teckel mientras, tal vez, reza para su interior: “San Herodes bendito, ¡protégeme!”