Nueve de cada diez mayores no quieren vivir en una residencia

SOCIEDAD (26-01-2023)

En nuestro país solo hay cuatro plazas por cada 100 mayores de 65, cuando la OMS recomienda que haya cinco

Nueve de cada diez mayores no quieren vivir en una residencia

Según datos que maneja TK Home Solutions, la compañía líder en salvaescaleras para el hogar, en España, cerca de un millón de mayores de 80 años viven solos y solo 400.000 personas viven en residencias. En nuestro país solo hay cuatro plazas por cada 100 mayores de 65, cuando la OMS recomienda que haya cinco. Además, 3 de cada 4 centros son privados, lo que implica que muchas personas no pueden costearse una residencia ni esperar hasta que les toque el turno en una pública, y eso sin contar con que quizá no cumplan los requisitos, que no son pocos, para tener derecho a ingresar en una institución de este tipo.

Sea como fuere, las residencias se llenan mayoritariamente de personas que acuden porque no les queda otro remedio: requieren atención las 24 horas del día y tienen graves problemas de movilidad o de deterioro cognitivo. De hecho, nueve de cada diez españoles mayores reconocen que no quieren ir a vivir a una residencia. Pero si bien a veces es imprescindible ingresar en una residencia porque se requiere asistencia médica permanente, fisioterapeutas, psicólogos, cuidado personal, control en la medicación, seguridad, etc., en otros casos sería mejor buscar alternativas más personalizadas. Los expertos de TK Home Solutions muestran cuáles son las más comunes:

1. Quedarse en casa con ayuda

Es probable que la familia se sienta más tranquila con sus mayores cuidados en una residencia, pero si no es lo que estos quieren, una opción es permanecer en el propio domicilio con atención externa o interna. Cuando no se dispone de suficientes recursos económicos, las comunidades y los ayuntamientos pueden gestionar ayudas domiciliarias en función del grado de dependencia o discapacidad de quien las solicite. Son ayudas limitadas a unas horas semanales y que no incluyen los fines de semana. Generalmente, hay que pagar una cantidad, en función de la renta de cada uno, por la atención domiciliaria. Los trabajadores sociales orientan y ayudan a realizar los trámites para hacer la solicitud.

Otra opción es la nuda propiedad, esto es, cuando alguien es propietario de su vivienda puede venderla y, sin embargo, permanecer en ella hasta que quiera o hasta que fallezca; es decir, se reserva el usufructo y sigue en su hogar a la vez que aumenta su nivel de vida para hacer frente a los gastos de cuidados.

Por otra parte, para quedarse en el propio domicilio es esencial que esté adaptado para personas con movilidad reducida. Aunque aún sea posible subir y bajar escaleras, conviene anticiparse a lo que pueda venir repentinamente y tener prevista la accesibilidad del portal, el piso o la propia vivienda por si una caída fortuita impide salir y entrar en casa o moverse por el interior.

Ventajas: Como en casa en ningún sitio..., suele ser el sentimiento general. Es cierto que donde mejor estamos es en el propio hogar, haciendo nuestra vida, con los horarios que más nos apetezcan. Una vivienda adaptada, mientras se tenga autonomía personal, es la mejor opción.

Inconvenientes: La soledad tiene sus riesgos. Con los años uno no es capaz de cuidar de sí mismo y necesita que alguien se ocupe de sus comidas, su medicación, su higiene. Por otro lado, en caso de accidente o enfermedad, se precisarán cuidados. Contratar una ayuda por horas o una persona interna resulta caro y, además, todo trabajador tiene horarios limitados, días libres y vacaciones.

2. Compartir vivienda

Solemos ser eso que se llama «muy nuestros». Actualmente, uno de cada cuatro hogares en España está habitado por una persona sola, pero con los años hay que cambiar de actitud. La convivencia es difícil, pero la soledad es peor. Se sabe que compartir la vida con otra persona, sea nuestra pareja o no, y siempre que la relación resulte armónica, tiene grandes beneficios para la salud cardiovascular, rebaja el estrés, reduce la depresión y otros problemas mentales y, está comprobado científicamente, alarga la vida. ¿Por qué no buscar un amigo, una hermana, alguien de la misma generación y hacerle una propuesta?

Ventajas: Compartir espacio con otra persona, hablar de lo que nos preocupa, ocuparse uno del otro, hacer actividades juntos, cocinar para dos... y un ahorro considerable en gastos.

Inconvenientes: La convivencia no siempre es fácil; pueden surgir conflictos si no se establecen normas desde el primer momento. Es importante ser generosos, tolerantes y respetuosos con el espacio privado de la otra persona.

3. Acceder a un piso tutelado

Los pisos tutelados son alojamientos públicos pensados para personas mayores de 65 años que no tengan una vivienda adecuada y que sean autónomas en su autocuidado. Ofrecen apoyo, supervisión y servicios comunes, como pueden ser comidas, médicos, lavandería...

Ventajas: Suponen un ahorro importante y están pensados para quienes carecen de recursos.

Inconvenientes: No es fácil conseguir una plaza y no los hay en todas las comunidades. Quienes tengan derecho a ellos deberán correr con sus gastos de suministro.

4. Recurrir al cohousing o coliving

Con estos anglicismos se denominan las viviendas pensadas para mayores que quieren huir de la masificación de las residencias convencionales y de su inevitable régimen cuartelario. Se trata de un modelo adoptado mayoritariamente en los países del norte de Europa, que crece en Francia y Gran Bretaña y esperemos que también aquí, dada la longevidad en nuestro país. No hay que olvidar que el negocio del cuidado a los mayores, según recuerda TK Home Solutions, ya supone un 0,4 % del Producto Interior Bruto en España.

El cohousing consiste en una especie de cooperativa de mayores con habitaciones individuales y zonas comunes, con servicios y equipamientos colectivos (cocina, lavandería...) y programas de envejecimiento activo. Esta modalidad huye de la masificación: suele acoger, como mucho, a 30 personas. Se trata de viviendas colaborativas consideradas como centros de servicios sociales, con instalaciones adaptadas y accesibles para personas de movilidad reducida. Para vivir en régimen de cohousing, se requiere hacer una aportación inicial y pagar una cuota mensual.

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