La Televisión Canaria ha anunciado que va a emitir 150 horas de programación carnavales. Es el pan y circo que ofrecen los mandatarios políticos para tener al pueblo satisfecho.
Parece una exageración que una televisión pública ofrezca tantas horas de carnestolendas como si todos los canarios edtuviésemos obligados a seguir los carnavales o a participar en ellos.
En Canarias evidentemente hay mucha gente a la que le gusta el carnaval. Es gente que disfruta con la fiesta. Da igual como sea la fiesta. Hay gente que se priva por disfrazarse y bailar canciones horteras y pegadizas dentro de un ambiente etílico de desahogo y provocación con nocturnidad y alevosía.
Las murgas odian a los políticos y se los hace ver en todas las letras de sus canciones. Y los políticos, para compensar, aguantan la murga a las murgas. Y encima las subvencionan. Parece que el dinero público está para contentar a estos colectivos, que si no los ayudas económicamente te ponen a parir de forma literal.
Antes era el fútbol el opio del pueblo junto a la religión. Era una forma de evadirse y explayarse con sustancias psicotrópicas para alejarse del mundanal ruido y de los problemas cotidianos.
Ahora los medicamentos se inyectan en vena. Con la receta clásica de pan y circo aderezada con aire carnavalero da la impresión de que los problemas se esfuman. Durante los días que dura el carnaval nuestro de cada año el pueblo recurre a las murgas para criticar a los políticos pero no se dan cuenta de que las quejas se las pasan los gobrrnantes por el arco del triunfo.
Pagan con dinero público los caprichos de los grupos carnavaleros mientras estos se desahogan lanzando improperios musicados a los políticos de turno.
Al final somos nosotros mismos los que pagamos a los carnavaleros para que se desahoguen. A costa del erario público. Si el tiempo que las murgas dedican al ensayo lo dedicarán a cosas de mayor provecho, otro gallo nos cantaría a todos.