Desde hace unos años viene teniendo lugar un proceso paulatino, con sus avances y retrocesos, pero ininterrumpido, de recomposición del espacio canarista autonomista en la isla de Gran Canaria. Me refiero principalmente al espacio político compuesto por Nueva Canarias (NC) y Coalición Canaria (CC). Dicho fenómeno debe ser analizado al menos en tres planos: el electoral, que es a día de hoy prácticamente lo mismo que el político; el ideológico y el generacional. No sin cierto exceso de ambición, dedicaré las siguientes líneas a un tema tan complejo, así como a aventurar cinco posibles líneas de trabajo para llevar a buen puerto dicho proceso. A mi juicio, es algo que conviene no sólo a ese espacio sino también a sus hipotéticos antagonistas dentro del canarismo, que deben nacer y jugar un importantísimo papel, aunque no serán protagonistas de este artículo.
En primer lugar, en el plano electoral, es preciso constatar que, en Gran Canaria, el apoyo a Nueva Canarias en las últimas elecciones autonómicas se redujo en unos diez mil votos: de 63.571 votos en 2019 a 53.140 en 2023. También lo hizo de manera similar el registrado por Coalición Canaria, que pasó de 42.507 a 34.990 en las mismas elecciones. Resumiendo, el espacio canarista autonomista pierde casi 20.000 votos en cuatro años. En el caso de Coalición, su retroceso encuentra en buena medida explicación en la ruptura de la alianza que mantenía con Unidos por Gran Canaria (UxGC), pues ésta obtuvo unos nada despreciables 17.153 votos. Por la izquierda, la aparición de Drago Verdes Canarias (DVC) alcanzó los 7.589 sufragios, mermando las posibilidades de Nueva Canarias. En mi opinión, los votos de UxGC son “recuperables” para una opción canarista transversal en el 2027. Sobre los votos de DVC tengo más dudas por razones que explicaré más adelante.
La comparativa de las elecciones generales arroja una lección para quien la quiera entender: yendo juntos, puede haber menos voto, pero es más probable que haya escaño; yendo por separado, lo más probable es que todo ese voto canarista se vaya a la basura. En noviembre de 2019, la coalición CC-PNC-NC obtuvo 48.028 sufragios en la provincia de Las Palmas, de los cuales 36.031 sufragios fueron en Gran Canaria. Fueron suficientes para obtener un escaño. Sin embargo, en julio de 2023 los 61.647 votos obtenidos por ambas fuerzas por separado (39.866 por NC y 21.781 por CC) no sirvieron para absolutamente nada. Como tampoco sirvieron los 70.698 que obtuvieron divididos en las generales de abril. Gran noticia para el españolismo.
El análisis del voto canarista al Cabildo de Gran Canaria en 2019 y 2023 devuelve una imagen paralela a la del Parlamento de Canarias y que venimos anunciando precisamente desde aquella primera convocatoria electoral: el lento declive del canarismo no parece encontrar fin. Entre ambas elecciones, NC pierde 4.191 votos y CC, 5.923. El espacio canarista se reduce y la aspiración de contar con una mayoría sólida en el gobierno insular sin que los socialistas les pisen los talones se aleja cada vez más.
En el plano ideológico, a mi juicio, conviene no llevarse a engaños y relativizar los discursos que los propios partidos ponen en circulación con el fin de embellecer su imagen y hacer aparecer al adversario como alguien odioso y, sobre todo, muy alejado ideológicamente de tus posiciones. En primer lugar, las ideologías clásicas juegan un papel secundario en la política actual, puesto que los partidos son, sobre todo, gerencialistas y, en el día a día, cuesta hallar diferencias entre ellos. Las diferencias que pueda haber entre NC y CC a escala municipal, por ejemplo, tienen muchas veces que ver con las filias y fobias que se dan en cualquier colectivo humano. Es más, diría que no son mayores que las que pueda haber entre sectores de un mismo partido, llámese PSOE o PP. O en el interior de la misma CC o NC.
Es significativo, por ejemplo, el consenso que existe entre los partidos en torno al proyecto Salto de Chira, emblemático de la acción de gobierno de NC en Gran Canaria. Coalición, por supuesto, también defiende el proyecto. Sin embargo, en el espacio de lo que, en otros textos, he dado en llamar “canarismo popular”, la oposición es frontal. He ahí una frontera insalvable por la que creo que para NC es más rentable, en términos políticos, liderar la reunificación del canarismo en Gran Canaria que lanzarse a aventuras a su izquierda con socios que, básicamente, los consideran parte del problema y no de la solución.
El canarismo es ese espacio de encuentro de familias y sensibilidades ideológicas que, desde la transversalidad, consideran que es necesario articular una fuerza de amplio espectro donde nacionalistas, federalistas, municipalistas, etc., desde la socialdemocracia al socioliberalismo, puedan entenderse, asumiendo las legítimas diferencias que en toda experiencia colectiva y plural siempre existen. Ese espacio sólo puede (re)nacer desde acuerdos sensatos y razonables entre NC y GC en Gran Canaria. Pero luego volveré sobre esto. Ahora debo ocuparme de una cuestión no menor: el relevo generacional.
En 2025 la cúpula de NC cumplirá veinte años al frente de la que en su momento fue una escisión de Coalición Canaria. Cuesta encontrar en la política de nuestro país un caso similar de ausencia de renovación. Si acaso, el de Casimiro Curbelo es un récord que no parece deseable igualar ni mucho menos superar: diecisiete años de secretario general del PSC-PSOE en La Gomera (1983-2015) y, desde entonces, secretario general de la Agrupación Socialista Gomera (ASG). En total, treinta y un años. Las personas que se pusieron al frente de NC en 2005 han cumplido un ciclo y deben asumirlo: los que tuvieron éxito en mayo de 2023 y los que fracasaron. Su pase ordenado a la reserva es una exigencia democrática que no pueden desoír. Pretender aferrarse a puestos de dirección que, en su amplia mayoría, ya ocupaban desde mucho antes, hace un gravísimo daño a una organización que, como todas, debe renovarse y regenerarse. Las generaciones nacidas en democracia o, al menos, después de mayo del 68, deben tomar el relevo y no estar condenadas a un eterno papel secundario. Los nuevos liderazgos municipales e insulares deben dar un paso al frente, respaldados por su importante apoyo popular. Esto debe entenderse y ponerse en práctica de manera diplomática y efectiva, como de hecho sucede en el resto de partidos.
Así las cosas, vistas desde la grada del terrero, por parte de quien no tiene equipo pero sí aspira a ver una buena luchada, opino que el proceso de recomposición del canarismo en la isla de Gran Canaria debe avanzar por los siguientes carriles:
- Se debe construir una cultura de la complementariedad y la alianza entre CC y NC. Hacen falta líderes con altura política y pensamiento estratégico que no piensen exclusivamente en su supervivencia política.
- Es justo asumir la prevalencia de NC sobre CC en voto (generales, autonómicas y locales) en la isla de GC y de CC en el resto del país. Sin ese cálculo tan elemental, ninguna negociación llegará a buen puerto.
- La renovación generacional de NC por vía congresual a los 20 años de su fundación se debe dar cuanto antes. Los resultados de 2023 señalan el camino.
- Tan pronto como sea posible, se debe llegar a un pacto formal para la construcción de una plataforma canarista unitaria y transversal de cara a las próximas generales y autonómicas, sean en 2027 o antes. Será más progresista cuanta más gente progresista incluya.
- Hay que acordar la articulación de compromisos de competición virtuosa allí donde no fuera posible todavía el acuerdo. El ejemplo de Telde en 1987 bien puede ilustrar a algunos.
Si todo esto y algún asunto más se desenreda, habrá en 2027 un gran partido canarista hegemónico ocupando la centralidad del tablero político y con peso político en Madrid para que, entre otras cosas, no nos ninguneen como ahora sucede con la dramática situación de los menores no acompañados en las islas. Esto no basta. Toca además, en paralelo, construir su gran oponente, una fuerza canarista, nacional-popular, que emane de la sociedad civil y quiera ir más allá en todo, pero sucede a veces que hay ideas a las que le ha llegado su momento mientas que otras deben seguir esperando por las personas que sepan interpretarlas.