Las pasadas elecciones locales y autonómicas, celebradas el pasado día 28 de mayo, ha dejado bajo mínimos a dos de los partidos surgidos en el año 2015 como consecuencia de la grave crisis económica y social que comenzó en el año 2008. Ciudadanos y Podemos nacieron como resultado del desgaste que sufrieron el Gobierno de José Luís Rodriguez Zapatero y a continuación el de Mariano Rajoy, obligados ambos por Europa a unos ajustes del gasto público que empobrecieron a una buena parte de la ciudadanía y frustraron el futuro de muchos jóvenes. El bipartidismo político sustentado durante más de treinta y cinco años entre el PP y el PSOE,vio como temblaban sus cimientos y su hegemonía amenazada.
La ambición del fundador de Ciudadanos, Albert Rivera, y su inmadurez para gestionar la posición privilegiada que le otorgaron las urnas en las elecciones generales del año 2019, en las que obtuvo 57 escaños, le han llevado prácticamente a la desaparición en apenas cuatro años. Cuatro años tardó en convertirse en una alternativa real al PP en el centro derecha y cuatro años le han llevado a la insignificancia política.
El recorrido del otro gran partido estatal surgido a raíz del gran colapso económico y social que trajo la crisis del 2008/2014, Podemos, ha gozado más de las ventajas que da el poder. El partido fundado por Pablo Iglesias ha aprovechado muy bien su participación decisiva en la mayoría política en la que descansa el Gobierno de Sánchez para prolongar en el tiempo sus presencia en las Instituciones, pero también están siendo los errores propios y las divisiones internas las que están castigando al partido morado como ha quedado reflejado en el pésimo resultado electoral que obtuvieron en las pasadas elecciones locales y autonómicas.
La caída fulgurante de estas dos jóvenes formaciones políticas, que lideraron en sus inicios Rivera e Iglesias, tiene mucho que ver con su escasa implantación territorial -especialmente en los municipios- donde sus estructuras son muy endebles. Su crecimiento ha obedecido más al mesianismo de sus líderes que al de una ordenada organización expandida por todos los territorios.
Esa es la diferencia entre los dos partidos surgidos de las elecciones generales del 2015 y los partidos que se vienen alternando en el Gobierno de España desde 1978, PP y PSOE. Los populares y los socialistas pueden obtener en una o dos legislaturas malos resultados, pero su sólida implantación territorial les permite recuperar posiciones cuando cambia el ciclo político. En Canarias el esquema estatal se repite, pero con la importante variable que significa la presencia de las fuerzas nacionalistas.
Coalición Canaria, Nueva Canarias, la Agrupación Socialista Gomera, la Agrupación Herreña Independiente o la Asamblea Herreña pueden tener mejores o peores resultados, pero la base en la que se apoyan es sólida y por lo tanto su presencia en la sociedad canaria está garantizada. Particularmente meritorio es el resultado obtenido por Coalición Canaria el pasado 28 de mayo. Ausente del Gobierno de Canarias y de los siete cabildos en el periodo 2019/2023, su fuerte y afianzada estructura local e insular le han permitido recuperar posiciones para obtener un dignísimo resultado. Las matemáticas y los acuerdos políticos hacen lo demás y le colocan otra vez en los gobiernos del Archipiélago y de las Islas de Tenerife, Lanzarote, La Palma y Fuerteventura.
El trabajo para asegurarse un buen resultado en las próximas locales del 2027 debe estar en marcha ya. Montar una organización política en cada municipio de Canarias es cansino y tedioso. Pero es el único camino para que los éxitos políticos no sean flor de un día.
