Los jueces y fiscales conservadores han convocado unos días de huelga para la próxima semana. Los progresistas no la secundan. Para que luego se quejen los propios jueces y fiscales de que la justicia esta politizada. A pesar de que el Consejo General del Poder Judicial, el órgano de gobierno de los jueces, ha dicho que ni estos ni los fiscales pueden hacer huelga, los convocantes han insistido en que la harán, y además sin que el Estado les retenga la remuneración de esos días de paro. Y luego dicen que no son unos privilegiados. O son unos privilegiados o unos caraduras de mucho cuidado.
El Tribunal Constitucional acaba de dar su visto bueno a la amnistía que afectaba fundamentalmente a los políticos independentistas catalanes. Este tribunal se ha vuelto a dividir entre los votos de los juristas progresistas y los conservadores. Es alucinante que estos jueces politizados sean luego los que pidan a los políticos que no se metan en los asuntos de la justicia, que es casi lo mismo que cuando los jueces y fiscales se injieren en la labor de los parlamentarios que conforman el poder legislativo. Los jueces exigen a los políticos respeto y nula crítica por su trabajo, pero a la vez ellos mismos critican las leyes que elaboran los legisladores.
Es un contrasentido que los jueces y fiscales no permitan a los legisladores legislar. El poder legislativo es uno de los tres pilares de la democracia, junto al ejecutivo y al judicial. La diferencia notable es que el poder legislativo y por ende el ejecutivo son elegidos democráticamente por los ciudadanos a los que representan tras pasar por las urnas, mientras que los jueces y fiscales pretenden ser designados por ellos mismos o por la gracia de dios.
Muy democrática no parece este tipo de elección divina. Y mucho menos aún que representen al pueblo español ya que hablamos de una profesión tan conservadora como la judicial. Ahí están las distintas asociaciones de juristas, donde la mayoría conservadora gana por goleada. Si en medio siglo de democracia española ha gobernado bastante más tiempo la izquierda que la derecha será porque el pueblo español es más de izquierda que de derecha, justo lo contrario que ocurre con las asociaciones de jueces y fiscales. Todo sea por llevar la contraria.
No deja de ser paradójico que sean los españoles autodenominados constitucionalistas los que más estén criticando la sentencia del Tribunal Constitucional sobre la amnistía. Al final va a ser que los anticonstitucionalistas son los más proclives a la Constitución que los que presumen del régimen del 78. La derecha en masa ha salido para vituperar al presidente del Tribunal Constitucional, Cándido Conde-Pumpido. Porque la derecha solo aplaude a este tribunal cuando sentencia a su favor. Como la izquierda, pero al revés.
Felipe González está incluido en esa derecha española carpetovetónica. Ahora, el señor X de los GAL, el presidente de gente como Luis Roldán o la financiación irregular de Filesa es el que está dando lecciones de política y moral a todo dios. Acaba de decir que no va a votar más a su querido Partido Socialista Obrero Español de toda la vida. Es lógico porque Felipe nunca ha sido obrero y desde hace mucho tiempo tampoco socialista, sobre todo cuando se acostumbró a las puertas giratorias, a los yates de lujo y a los puros Cohiba.
A nadie han sorprendido sus declaraciones de abuelo Cebolleta. Yo mismo creía que González hacía ya mucho tiempo que no votaba al PSOE. Lo único sorprendente es que lo siguiera votando. El que pasó de manera contundente de gritar el lema ‘OTAN, de entrada no’ a meternos de cabeza y hasta el rabo en la alianza atlántica es el que ahora critica a Pedro Sánchez (antes lo hizo con Zapatero) por cambiar su opinión sobre la amnistía en España. Este viejo octogenario está un poco chocho y gagá como el juez Peinado, que en un auto de esta semana mató literalmente a Begoña Gómez y recibió dos varapalos de instancias judiciales superiores.
Al señor X, ahora jaleado y elogiado por toda la derecha de la oposición española, se le ha unido su ministro del Interior José Barrionuevo y su secretario de Estado Rafael Vera, ambos condenados por terrorismo de Estado por las andanzas de los GAL, aquellos Grupos Antiterroristas de Liberación que poco liberaron y que se convirtieron en los mismos terroristas que querían combatir.
Esta gente desprestigiada es la que exige la dimisión de Pedro Sánchez por haber nombrado a dos secretarios de organización del PSOE supuestamente corruptos. Hasta ahora nadie ha aportado ninguna prueba de que se trate de una corrupción sistémica dentro del partido, por lo que Sánchez tendría que dimitir por haberse equivocado en las designaciones de sus hombres de confianza, según la sacrosanta oposición española.
Si Sánchez está pringado, que lo pague, y si no lo está serán los españoles los que decidirán su futuro en las urnas. Vamos, como hizo Esperanza Aguirre con su charca de ranas. O Aznar con su gabinete corrupto y ministros encarcelados. Los dos dimitieron sin que nadie se lo demandara. Jajajaja. Todos los políticos populares que exigen ahora la dimisión de Sánchez se la exigieron antes a Aznar y Aguirre. Como se ve, son muy consecuentes. La corrupción siempre huele a podrido. Venga de donde venga. Hay que hacerle frente para erradicarla, o al menos paliarla en todo lo que se pueda.
Pedro Sánchez ha tenido una semana muy convulsa, no solo por los casos de Koldo, Ábalos y Cerdán, sino por la guinda que puso en la cumbre de la OTAN en Ámsterdam. El presidente español fue el único que se atrevió a llevar la contraria al todopoderoso y descerebrado emperador del mundo, Donald Trump, un peligro para la humanidad.
Pues los patriotas españoles de hojalata no se pusieron a favor de él, sino del magnate pirado de Norteamérica, que fue el que decidió unilateralmente que los gastos de defensa tendrían que subir al 5% en todos los países integrantes. Para España eso sería casi imposible porque significaría quitar decenas de miles de millones de euros a la sanidad, educación y cuestiones sociales. Parece que la derecha española prefiere pagar ese dinero a la OTAN, liderada por el loco americano, que destinarlo a las necesidades más perentorias de sus compatriotas.
A Feijóo le preguntaron ayer si él aceptaría ese 5% de aportación impuesto por Trump, a los que sus vasallos europeos han rendido pleitesía al grito grupal y tribal de ‘sí, wana’, pero él contestó con sus habituales evasivas. Igual que su portavoz Tellado, al que le preguntaron por eso y se salió por peteneras con la recurrida frase de que Pedro Sánchez debía dimitir por la corrupción, que al parecer en España es algo exclusivo del Partido Socialista y no del suyo. Lo que más duele de todo esto es aguantar a los cómplices y herederos de los corruptos tachando de corrupción a sus rivales sin ningún pudor ni respeto a los votantes, que pueden ser olvidadizos, pero no necesariamente tontos.
Todos conocemos las corrupciones de los principales partidos españoles, tanto en el PSOE, especialmente en la etapa de Felipe González, ahora tan adorado por la derecha como un dios infalible, como en el PP, que es el principal representante de la derecha propiamente dicha en España. Vox es una escisión (o una excrecencia) del PP.
Todo el mundo sabe que el Partido Popular es blanco e inmaculado. Al menos tanto como el PSOE. Casi mejor que no hagan comparaciones, aunque Gabriel Rufián sí distinga entre corruptos cutres y corruptos premium.
Como decía el jarrón chino de Felipe González, como él mismo se denominó al dejar La Moncloa, cuando volvió de un viaje a China y aún hacía ver que era socialista: “qué más da gato blanco o negro, lo importante es que cace ratones”. De Mickey Mouse sabe mucho Donald Trump, otro presidente, que desvaría y desbarra más que Cuca Gamarra.
