Si el primer partido de la oposición española sigue con sus habituales excentricidades hiperbólicas, la Real Academia Española de la Lengua va a tener que cambiar la denominación de unos cuantos vocablos. Esteban González Pons volvió a hacerlo ayer, una vez más, culpando al Gobierno de España de complicidad en un inventado golpe de Estado en Venezuela que solo ocurrió dentro de su cabeza hueca.
Es verdad que el vicesecretario del PP tiene una inteligencia natural inversamente proporcional al tamaño de su cabeza de calabaza, pero eso no lo exime de las barbaridades que suelta por su piquito de piñón cada dos por tres e incluso cada tres por dos. El orden de los factores no altera el producto.
Pons hizo esas declaraciones en la emisora de radio de Jiménez Losantos y probablemente se dejó influir por el ambiente reaccionario y retrógrado del locutor ultra. Seguro que le dijo a Federico para agradarlo: "Aguántame el cubata, que voy a decir una cosa que te va a gustar". Y a continuación dijo la mayor barrabasada política que se recuerda, superando a la anterior por muy difícil que parezca.
El PP llama golpe de Estado a todo lo que no le gusta, aunque no tenga nada que ver con un levantamiento. Feijóo y la ultraderecha coinciden en llamar golpe de Estado a la declaración unilateral de independencia de Cataluña que duró ocho segundos. El PP llama golpe de Estado a cualquier cosa menos al golpe de Estado.
El propio Edmundo González, líder opositor venezolano refugiado en España, ha tenido que desmentir de forma contundente las miserables declaraciones de los líderes del PP, desde González Pons a Cuca Gamarra, pasando por el propio presidente Feijóo.
El líder popular ha llegado a pedir el cese del embajador español en Caracas y la dimisión del ministro de Asuntos Exteriores. Es difícil caer más bajo. González agradeció el apoyo del Gobierno español, al que pidió refugio en su embajada. Si España no lo hubiese aceptado, seguramente hoy el líder opositor no estaría libremente en Madrid sino en una cárcel caraqueña. A lo mejor es eso lo que quería la oposición española para convertirlo en mártir de la causa. Al PP nunca le han importado los daños colaterales, según demuestra su historia.
El PP es ese partido que no ha reconocido oficialmente que el franquismo fue una dictadura fascista y que se niega a considerarlo así en el Congreso de los Diputados. El PP es ese partido fundado y presidido por un ministro de Franco y que se sigue mostrando orgulloso de ello.
Y Vox es una escisión ultraderechista del ya de por sí partido de derecha radical y extrema en el que se ha convertido el Partido Popular. Antes de que Abascal se fuera del PP, era igual de ultraderechista que ahora en Vox. O más. Los mismos perros con distinto collar.
La alegría irresponsable con la que el PP llama golpe de Estado a cualquier cosa que se mueva es un desvarío, un despropósito y un desatino. Feijóo defendió ayer las tesis de su vicesecretario cabezón y cabezota desde Roma, donde se reunió con Georgia Meloni, la presidenta neofascista italiana. Meloni no esconde en ninguna entrevista que Mussolini fue su referente cuando entró en política. Sus elogios al Duce son infinitos. Está en contra de la homosexualidad y de las familias que no sean las tradicionales. Es de esas mujeres de mentes abiertas que tanto le gustan a Feijóo y a Aznar, que no se escondía para decir que a él le gustaban las mujeres mujeres como el café café. Ja.
Feijóo y su lugarteniente González Pons creen que la Embajada de España en Caracas es una especie de piso franco en el que se suscriben documentos de renuncia y reconocimiento por la fuerza. La hipocresía y la desvergüenza del primer partido de la oposición son legendarias.
Los populares exigen al Gobierno de España que diga abierta y públicamente que Venezuela es una dictadura cuando el anterior presidente popular, antecesor de Pedro Sánchez en la presidencia del Ejecutivo, nunca llamó dictadura al chavismo, a pesar de que en Venezuela gobernaba el mismo Nicolás Maduro que gobierna ahora.
Maduro lleva más de once años al frente de la República Bolivariana y coincidió durante más de un lustro con la presidencia de Rajoy en España. La amnesia selectiva del partido conservador le hace hablar ahora de golpes de Estado en Venezuela cuando fue el propio Aznar el que apoyó en su día un levantamiento fallido contra Hugo Chávez. Cree el ladrón que todos son de su condición.
Mariano Rajoy solo logró balbucear que Venezuela es venezolana muy venezolana y mucho venezolana, igual que él es español muy español y mucho español. A falta de ETA, la derecha española siempre recurre a los mismos temas manidos: Venezuela a nivel internacional y Cataluña a nivel nacional. Es su válvula de escape para no hablar realmente de España, que se supone que es lo que interesa a los españoles.
El subterfugio sobado de la derecha sobre Venezuela también es falso. Si tanto le preocupa Venezuela por las connotaciones hispanas y los nexos culturales y lingüísticos, no se entiende que, teniendo a Guinea Ecuatorial más cerca geográfica e históricamente, no se ocupe nunca de la antigua colonia española en África, que se independizó de la metrópoli mucho más tarde que la República Bolivariana. Yo había nacido cuando se independizó Guinea Ecuatorial de España pero ni siquiera estaban en el mundo mis tatarabuelos cuando se independizó Venezuela. Hay más de un siglo y medio de diferencia.
La oposición española actúa cínicamente como si en Guinea Ecuatorial no se detuviera, encarcelara y torturara a más líderes opositores que en Venezuela. Al PP y a Vox les importa un carajo lo que les ocurra a los venezolanos o a los ecuatoguineanos. A los reaccionarios lo único que les interesa es capitalizar los conflictos de manera partidaria y partidista. Para ellos su partido está por encima de los intereses generales de España y de Venezuela. No pueden ser más miserables.