El día mayor de la Virgen del Pino marca tradicionalmente, de manera oficiosa, el fin del verano y el comienzo del nuevo curso político. En todas las manifestaciones populares, festivas o religiosas que están teniendo lugar desde que se han ido levantando las restricciones impuestas para luchar contra la pandemia, la participación de la gente es masiva. Las celebraciones durante esta semana que termina, tanto de la festividad del Pino, en Teror, como de la Bajada del Socorro en el municipio de Güimar, son los dos últimos reflejos del incontenible deseo que tenía el pueblo de expresar libremente sus emociones y sentimientos.
Hemos cerrado un verano enormemente exitoso para la economía de las Islas. Hoteles, apartamentos, viviendas vacacionales y casas rurales han estado en unos altísimos niveles de ocupación. En el transporte aéreo o marítimo entre las islas hemos tenido serios problemas para conseguir plazas; además, dada la dificultad para conseguir coches de alquiler en la Isla escogida como destino muchas familias han tenido que desplazar sus propios vehículos. En las zonas turísticas, restaurantes y terrazas han estado a tope; igualmente los supermercados y comercios. Por primera vez, he escuchado a distintas personas de diferentes lugares expresar la palabra masificación.
Aunque en esta ocasión la pandemia haya condicionado la salida al exterior de muchos canarios, es indudable que cada día más familias escogen para su descanso veraniego el Archipiélago; desde Lobos y la Graciosa hasta El Hierro, la presencia de de gente de aquí ha sido notoria.
La regulación del número de personas que caben en un territorio limitado y frágil, como es una Isla, es un tema espinoso y complejo pero que sin duda habrá que abordar responsablemente más pronto que tarde. Especialmente preocupante es el palpable descontrol que se aprecia en épocas de gran afluencia de gente en el islote de Lobos y en la Isla de la Graciosa porque su encanto y singularidad están plenamente asociados al predominio claro y nítido de la naturaleza sobre el hombre. La presencia masiva de gente desdibuja la magia que siempre han proyectado ambos territorios.
Superado, en gran parte, el miedo a la pandemia, el deseo de viajar y de disfrutar de la vida volverá a ser una constante entre la ciudadanía; estamos recuperando ampliamente los esquemas de vida que teníamos en Europa antes de la COVID-19. Todo parece indicar que la salud no será un obstáculo para recuperar definitivamente la movilidad y otros derechos restringidos durante la pandemia; la incógnita está en saber si los negros nubarrones económicos que se vislumbran en el horizonte podrían afectar al momento dulce que disfruta el turismo, pilar de casi todos los sectores de la economía canaria.
Europa afronta un otoño lleno de incertidumbres. El precio de la energía, la inflación, el incremento del precio del dinero o los graves daños colaterales derivados de la ruptura de relaciones con Rusia son algunos de los factores que contribuyen al pesimismo con el que los analistas económicos dibujan los próximos meses de otoño e invierno que ya tocan a la puerta. En esta ocasión, la lejanía de las Islas del convulso escenario continental que se pronostica y el inigualable clima que disfrutamos pueden ser factores determinantes para que tengamos también una buena temporada turística de invierno.
En el ámbito político, la marcha de la economía volverá ser el factor determinante para confirmar o contribuir a desalojar a los actuales inquilinos de la Moncloa. Ni los acuerdos con los separatistas vascos y catalanes, ni el acercamiento de presos de ETA a las cárceles de Euskadi ni el uso del Falcón, el verdadero problema de Sánchez para renovar al frente del Gobierno está en el mal comportamiento que se pronostica de la economía que arrastrará paro y pérdida de bienestar. Sin embargo, las buenas previsiones que se auguran del turismo en Canarias pueden confirmar definitivamente a Ángel Victor Torres como firme candidato a ganar las elecciones autonómicas del próximo mes del mayo.
