El deterioro de las infraestructuras y servicios públicos en el Ayuntamiento de San Bartolomé de Tirajana, tan palpable en las playas y en los parques como en las aceras, asfaltos, iluminación y limpieza de las calles, también hace llagas muy visibles, sensibles y bastante dolorosas en el área de Cultura. La concejalía dirigida por Elena Espino Santana, de renuevacanarias, sólo es un ejemplo vigoroso de la caótica falta de gestión y carencia de estructura, organización y cabeza en la que vienen naufragando con vergonzosa indolencia desde junio de 2019 el resto de áreas político-administrativas del municipio turístico.
La Concejalía de Cultura de San Bartolomé de Tirajana es en estos momentos una mimética y penosa extensión de la amarga derrota gubernativa en la que están chapoteando por su transparente ineficacia política y personal (con alguna honrosa excepción que actúa sin sabiduría pero con cierta vocación) la generalidad de los miembros, miembras y miembres del cuatripartito de Narváez. Desde que prometieron y juraron el cargo y, por su “conciencia y honor, cumplir fielmente con sus obligaciones con lealtad”, este municipio no levanta cabeza. No me canso de expresarlo porque ese hastío envolvente es cada vez más plural y creciente entre la geografía humana con la que comparto y con la que habito.
Desde junio de 2019, lo reconocen cabizbajos y requemados los propios trabajadores municipales, la administración pública del Ayuntamiento de San Bartolomé de Tirajana vive instalada en un permanente y cada vez más agudizado automatismo individualista del sálvese quien pueda y tonto el último. Es un escalofriante desnorte que resquebraja y pone en serio peligro no sólo la estructura orgánica y de funcionamiento del Consistorio, sino también y sobre todo la imagen corporativa e institucional del municipio en todos y cada uno de sus frentes públicos. La representatividad del término municipal nunca antes fue tan pobre y tan pueril. En los foros técnicos y empresariales, e incluso dentro de sus propias formaciones ideológicas, la tildan de “nefasta”, “ruinosa” y “lamentable”.
Esa es de forma resumida y escueta la imagen que tienen los usuarios y operarios del área municipal de Cultura sobre el proceder totalitario, personalista y “talibánico”, dicen, de la edila Elena Espino. La Concejalía, como todo el Ayuntamiento, camina en claro retroceso y sólo se vende a través de Facebook a golpe de talón para actividades enlatadas de alto presupuesto, sin proyecto ni objetivos y sin ningún contacto directo con la población. La desorganización que conlleva la dirección “tóxica, cutre y quinqui” (todos adjetivos reales con la que bautizan la gestión de su concejala) es tan brutal y psicológicamente inaguantable, que el corpus laboral del Área de Cultura se está diluyendo como un azucarillo en bajas laborales, peticiones de cese y de traslados, y en unas ansias enormes, infinitas casi, de que las próximas urnas sean redentoras colocando definitiva y merecidamente a cada uno en su sitio. A NC en la oposición o mejor fuera del Ayuntamiento. “En todos los años que llevo trabajando en Cultura siempre ha sucedido lo mismo cuando llega esta gente. Se proclaman como lo más de lo más y son lo peor de lo menos”, coinciden voces contrastadas a través de largas conversaciones al teléfono.
Trabajadores del área de Cultura con muchos años de experiencia expresan abiertamente su cansancio ante tanta ineficacia gubernativa y de gestión, ante tanta falta de procedimiento y carencia de planificación, ante tanto despilfarro en actuaciones y eventos excesivamente caros e intrascendentes dedicados al lucimiento mediático personal de la propia concejala, que suprime acciones culturales consolidadas y que deja sin recursos básicos al propio funcionamiento de la concejalía: sin impresoras, sin fotocopiadora, con instalaciones descuidadas que sufren un deterioro galopante…
El estómago de los usuarios de Cultura se revuelve: los extintores llevan varios años caducados, y el aire acondicionado del Centro Cultural de Maspalomas sigue sin instalarse cuatro años después de que se aprobara su proyecto, presupuesto, licitación, adjudicación y ejecución. Para solventar los problemas del calentamiento y falta de aireación de la biblioteca y del teatro en la última Universidad de Verano, la concejala no ideó otra cosa mejor que abrir las puertas y la compra ferretera de una decena de ventiladores que han terminado por convertir las instalaciones del recinto cultural referente del municipio turístico en un desvencijado cutrerio cubano.
Hay otros ejemplos dolorosos y crueles que rematan de muerte la inteligencia, el espíritu y el trabajo desarrollado en debate, consenso y democracia en esta Concejalía de Cultura que se descompone a marchas forzadas. Nada queda de aquella en la que tanto empeño puso para que se convirtiera en estrella el primer gobierno icánico del ex alcalde José Juan Santana Quintana, ahora convertido en un técnico municipal a punto de jubilarse, que desde hace años asume la anulación y el desprecio de quienes fueron supuestos amigos y delfines en el partido al que entregó su juventud y literalmente buena parte de la salud de su vida. Nada queda de la Concejalía de Cultura relevante que en la legislatura pasada alcanzó casi tanta actividad como la capital grancanaria.
Ahora los centros culturales del municipio permanecen cerrados y no funcionan por falta de personal. Los animadores culturales ya no ejercen su primigenia función. En la Concejalía de Cultura, debido al ordeno y mando de la concejala no se formaliza ni organiza desde hace muchos meses ninguna reunión de trabajo de los jefes o responsables de los distintos departamentos, y eso está provocando de manera inevitable una falta de planificación y de programación cultural en tiempo y forma. En julio pasado el calendario de actividades salió a la calle a mediados de mes, con la mitad de las acciones previstas ya celebradas y sin conocimiento de la población. La difusión cultural es tan caótica que en la agenda electrónica del Ayuntamiento de San Bartolomé de Tirajana para este mes de octubre sólo figuran 3 acciones culturales: dos de carácter musical el vienes 7 y el domingo 16, y uno de danza el sábado 29. Pero nada hay programado ni planificado todavía para los próximos meses de noviembre y diciembre. Tampoco se programó nada en septiembre pasado, y en agosto sólo se ofrecieron tres proyecciones cinematográficas, una representación teatral y una sesión musical. En un área donde se maneja un presupuesto de casi 3,3 millones de euros anuales, de los que más de 1,7 millones se dedican a la promoción cultural, los innovadores actos del Día del Libro han desaparecido; los certámenes literarios, de comic y de teatro han desaparecido; los equipos informáticos de la Biblioteca Municipal también han desaparecido, y ni rastro del señero certamen coreográfico Masdanza. El desmantelamiento de la Concejalía de Cultura como servicio público prestado por empleados públicos está siendo una cruel realidad. Tan real como la última pérdida de una subvención del Cabildo por importe de 90.000 euros destinada a la mejora de la Necrópolis de Arteara bajo el epígrafe nominal genérico de Renovación del Centro de Interpretación del Patrimonio Cultural. Y a todas éstas, como les dije a la cara en su día, a ninguno de los popes de NC se le cae la cara de vergüenza.