El hecho de que un paisano de las Islas se siente en el Consejo de Ministros debe ser motivo de orgullo para todos los canarios. Y es así, más allá de su vertiente sentimental, por lo que significa, desde el punto de vista pragmático, contar con alguien que conoce nuestra idiosincrasia y la realidad de un territorio que, guste más o guste menos, es diferente. La geografía, la organización político-administrativa, el régimen fiscal o nuestra forma de ser y hablar nos hacen diferentes de quienes viven en el continente. Las Islas marcan una forma de ser determinada.
También nuestra dependencia del barco y el avión, nuestra biodiversidad, nuestro sistema de captación del agua o, simplemente, nuestra mayor cercanía de África que de la Península. Por todas estas razones, y otras muchas más, la propia Unión Europea nos reconoce un estatus especial como territorio lejano y ultraperiférico del continente.
Pues bien, a estas Islas distintas y, por lo tanto, con problemas diferentes, siempre le vendrá bien que en las altas instancias del Estado -el Gobierno de España lo es- existan voces canarias que pongan en valor el matiz de la diferencia en las políticas estatales.
Durante la última década hemos tenido el honor de contar con tres ministros de las Islas sentados en la mesa del Consejo, en el Palacio de La Moncloa: José Manuel Soria, Carolina Darias y Ángel Víctor Torres.
La segunda, hoy alcaldesa de Las Palmas de Gran Canaria, no tuvo que lidiar con asuntos relevantes y específicos del Archipiélago en los ministerios que dirigió: Política Territorial y Función Pública, primeramente, y Sanidad, con posterioridad. Por el contrario, tanto José Manuel Soria, en su día, como Ángel Víctor Torres, en la actualidad, sí han tenido que afrontar la resolución de asuntos de gran sensibilidad y repercusión para su tierra, para Canarias. Con todo, da la sensación de que tanto en su día el Gobierno de Rajoy, como ahora el de Pedro Sánchez, han utilizado -o utilizan- a los representantes canarios en el Consejo de Ministros como parapeto de defensa de planteamientos colonialistas, en asuntos tan sensibles para el pueblo canario como fuera, en su momento, el de las prospecciones petrolíferas o, actualmente, el de la inmigración.
Soria fue el encargado, dentro del Gobierno de Rajoy, de abanderar el otorgamiento de los permisos para que Repsol llevara a cabo prospecciones petrolíferas en aguas de nuestro entorno. Despreció el entonces ministro de Industria el posicionamiento de Gobierno y Parlamento de Canarias, de cabildos y ayuntamientos y de la sociedad civil de las Islas, provocando con ello la repulsa y el rechazo al abuso que quería llevar a cabo el Ejecutivo central, casado con los intereses de la petrolera. El “no” rotundo expresado en las calles quedará grabado para siempre y debería servir de ejemplo a las nuevas generaciones de la gente de esta tierra.
Las mismas malas mañas que empleó entonces el Gobierno de Rajoy para achantar a las instituciones isleñas están siendo utilizadas ahora por el Ejecutivo de Sánchez para hacernos tragar con ruedas de molino y que aceptemos por imposición convertirnos en el gran campo de concentración de inmigrantes del sur de Europa. Ante la nula y errática política migratoria del Gobierno de España, Canarias puede terminar siendo parada y fonda, pero, en ningún caso, el final del camino.
A otro canario, Ángel Víctor Torres, le han colocado al frente de la comisión ministerial que coordina la política migratoria. El esfuerzo que está haciendo el expresidente de las Islas está a la altura de la magnitud que adquiere el fenómeno migratorio. Extraña que, habiendo sufrido como presidente la impotencia que se siente ante el ninguneo del Gobierno central de turno, no haga valer con más contundencia, ante sus compañeros del Consejo de Ministros, la gravísima situación migratoria padecida por el Archipiélago. No hay duda, el Gobierno de Sánchez viene utilizando la misma metodología que en su día empleó Rajoy para someter al Gobierno de Canarias y a los canarios. No tiene ningún rubor en usar todas las instancias del Estado para anteponer una pingüe victoria política, aunque ésta sea a costa de desentenderse del drama de los menores no acompañados y de convertir al Archipiélago en una auténtica cárcel para los migrantes, que solo buscan
servirse de las Islas como plataforma de paso para llegar al continente europeo.
Si en el pasado se acabó por salir a la calle para protestar contra las malas artes del Gobierno español y de Repsol, puede que esté llegando la hora, si el Ejecutivo de Pedro Sánchez no entra en razón, de que el pueblo canario vuelva a adquirir el protagonismo debido y alce la voz frente a tanta injusticia. La paciencia se acaba.