No se yo si el Excelentísimo Sr. Presidente Pedro Sánchez es consciente de que ya no le basta con ser guapo para que este país de bancarrota y almas rotas se desviva por la sonrisa profiden que adorna su esqueleto de altura. Por muchos telediarios oficiales que lo vistan de santo varón y de ángel de la guarda de los desheredados de la progresía, a los españoles de bien ya no les causa ningún rubor afirmar que no sienten por él ninguna simpatía. Es más. Tengo la sensación, porque eso es lo que me dice la hartura que se respira al externo, que la España vaciada, la España agrícola, la España sin agua de riego y también la España que se moja de sudor para pagar sus facturas, que la España sin fin de mes, la España harta de las subidas impositivas, la España universitaria, intelectual y culta, y la España moral y ética, incluso la de los sin techo, ya no le aplauden en las ventanas, ni comulgan en retrospectiva con las mentiras doctrinarias, muy feas por cierto, que acompañaron sus pasos de baile hasta el universo monclovita.
El Presidente de esas Españas nuestras tan diversas es ahora mismo una sombra que se esconde cada vez más desdibujada en el infierno de diablillos alocados en el que se ha convertido su Consejo de Ministros. Después del Covid, al que pintó como trinchera y paraíso político y legislativo crucial en esta tierra de gozos y sombras, Pedro Sánchez Pérez-Castejón se ha quedado al desnudo, a la intemperie de los tiempos, sin la protección de la alarma y a la vista reflectante del Estado de Derecho.
Los exabruptos, los silbidos y opiniones de la calle, y sobre todo los más modernos y abundantes memes y tiktoks del Internet, escrutan que la dicotomía política, controvertida, exasperante y negligente con el que se maneja nuestro Presidente lo están desfigurando y alejando de lo esencial. Sus actuales paseos por Europa son espejo del futuro. En las tertulias se opina con desparramo social que nuestro Pedro Sánchez está dejando de ser de todos para ser de nadie. Ni siquiera de sus discípulos. En el PSOE se reconoce con temor, y eso advierten las últimas encuestas, que como comulgador del zapaterismo y del separatismo, nuestro Presidente ya no es en estos momentos cruciales de la historia la piedra angular sobre la que podría edificarse la catedral del futuro socialista. El ahora conocido como ‘Partido del Tito Berni’, pero también del “hermanísimo del Ximo Puig”, se está encogiendo en lágrimas como un valle decaído por haber puesto toda las monedas en el reluciente cesto de los huevos podridos.
Y es que es mucho. Lo de Pedro Sánchez ya es demasiado. A estas alturas de la película electoral, con un país desangrado en lo vital, en los supermercados y en el contador de la electricidad, nuestro Presidente sigue jugando todavía al gato y al ratón con sus partenaires de UP. Su morado no es por luto, sino rabieta. La muchachada ha decidido ponerlo en la diana como hacían antes los de ETA. Lo acorralan entre ceja y ceja sin depilar por dilapidar a bombo, pito y platillo el rédito y el crédito de la mastercard del último 8 de marzo. Y también por arrumarse a los ‘violadores planetarios’ del PP para puentear la estrella legal de su ‘Si es sí’, como si el ‘No fuera no’, y el ‘puede puede’ y otras lindezas. Y como no. También por estar convirtiendo en estratega y mártir de las causas perdidas a la ministra Yolanda Díaz, el águila que cavila zarparles el chiringuito en las próximas generales. El caso es que, se mire como se mire, incluida la misteriosa óptica de Tezanos, el aguante de supervivencia estratégica que tiene nuestro Presidente es realmente casposo y chapucero. Se ponga o se quite la corbata, que lo hace para distraernos. Porque las anomalías gubernativas que causan las bromas legislativas están fracturando aún más la credibilidad institucional del gobierno, la rigurosidad económica de este país y la confianza humana de todas las Españas que están mirando con telescopio y prismático al futuro. “Vamos, que está el señorito prescriptor de miserias ajenas desmoralizándonos a todos, coño”, le diría con dos cojones en audiencia privada y hasta en público, levantando una mano abierta para dejar clara la postura, el que fuera primer rey democrático de todos los españoles. Hasta los mismísimos.
