Para despedir el año 2024, el balance que podemos hacer del periodo transcurrido en el Archipiélago resulta muy positivo, desde el punto de vista de la economía y el empleo. El magnífico comportamiento ofrecido por la ocupación turística es la clave de estos buenos resultados.
A las incomparables condiciones climatológicas y paisajísticas que nos ha dado la naturaleza, hay que sumar el buen trabajo promocional que realizan instituciones y empresarios del sector. Pese algunas lamentables carencias en infraestructuras básicas -por ejemplo, el aeropuerto del Sur de Tenerife-, superamos con creces la calidad de la que disponen nuestros principales competidores.
Con todo el respeto para aquellos que ven en el turismo como origen de los males que padecen las Islas, hay que decir alto y claro que el citado sector no es el problema sino la solución.
Hasta la llegada del turismo a Canarias, especialmente hasta la década de los años 70, la emigración era la única opción que se vislumbraba en el horizonte para la supervivencia del poco más de un millón de habitantes que residía entonces en las Islas. Basta con repasar la historia para hallar en Inglaterra, Suiza, Francia, Cuba, Venezuela o Argentina la huella de tantos canarios que decidieron abandonar el Archipiélago en busca de una salida a sus estrecheces económicas.
La necesidad de un rápido desarrollo que paliara nuestra pobreza, la escasa visión planificadora a medio y largo plazo y la ambición de muchos impulsó un crecimiento dispar en infraestructuras, equipamientos y servicios y población.
La ausencia de un planeamiento controlado explica el origen del colapso sufrido hoy en algunas de las principales arterias viarias, aeropuertos, puertos, vivienda y equipamientos sociosanitarios, sanitarios o educativos.
Sin duda, hemos crecido a un ritmo muy superior a las necesidades que teníamos, siendo el principal gancho para la llegada de muchos empresarios oportunistas y ciudadanos, de todos los rincones del mundo, atraídos por las posibilidades laborales surgidas en el Archipiélago.
Cierto es que no todas las islas han tenido un mismo crecimiento con las amarras puestas en el turismo. Quizá la más particular sea Lanzarote, donde se daban todas las condiciones para que el sector registrase un rápido desarrollo. Los conejeros tuvieron la fortuna de contar con un visionario, César Manrique, quien supo conciliar el crecimiento de infraestructuras y equipamientos con el respeto a la naturaleza. Además, su sabiduría halló la confianza y el respaldo del entonces presidente del Cabildo, José Ramírez.
La naturaleza dotó también a Fuerteventura de unas condiciones excelentes para el desarrollo del turismo de sol y playa. Pero la carencia de visión estratégica de las autoridades y las necesidades de su población favorecieron un crecimiento rápido y desordenado, que atrajo a muchos especuladores oportunistas y mano de obra foránea en busca de las oportunidades que ofrecía su acelerada progresión. Hoy la comunidad nativa apenas significa el 30% de su población.
Afortunadamente, la llegada de Mario Cabrera a la Presidencia del Cabildo majorero supuso un cambio radical en la apuesta por el respeto a la naturaleza,
el aprovechamiento económico de sus recursos y la apuesta por la calidad.
La Graciosa es una joya que debemos cuidar porque su oferta debe seguir siendo diferencial, a salvo de un desarrollo salvaje. En la parte occidental del Archipiélago, las condiciones que ofrece La Palma, La Gomera y El Hierro han servido para protegerlas de la filosofía desarrollista que ha imperado en el conjunto isleño en casi cuatro décadas, permitiéndoles unas pautas de crecimiento más inteligente y sostenible.
Respecto a Gran Canaria y Tenerife, la máxima de la competencia constante, a ver quién ofrece más, se ha mantenido en el tiempo. Bueno es que sus equipos rivalicen en el terreno deportivo, o por ver quién organiza el mejor Carnaval, pero resulta poco inteligente intensificar hoy la pugna para seguir creciendo más y más en cuanto al desarrollo turístico.
La calidad, el progreso inteligente y la protección de nuestro patrimonio debe comprometernos a todos.