Tal como se comentaba en la primera parte de este artículo, Rubalcaba resumía en la UI Menéndez Pelayo las políticas educativas en España con una de sus mendaces eslóganes, para consumo sin reflexión de sus seguidores, que mientras para el PP y sus malvados votantes, “si te retrasas, te vas”, para el PSOE y sus benéficos acólitos, “si te retrasas, te ayudamos”.
La supuesta ayuda se materializa en planes de adaptación curricular. Consisten, sin disimulos, en bajar el nivel de exigencia hasta donde el alumno pueda alcanzar unos menguantes listones de conocimientos. Es la forma más directa de devaluar las titulaciones y condenar a los supuestos ayudados al fracaso escolar y laboral posterior. Lo importante no es que los alumnos sepan y estén formados, eso sería para Rubalcaba discriminatorio y elitista, lo fundamental es que las estadísticas sean más presentables y disimulen el gigantesco y sin paliativos fracaso general del sistema.
Cuando alguien no tanto desapasionado como no sectario, quiere saber lo que dice un texto legal, lo mejor es leerlo directamente, no contentarse con los resúmenes más o menos edulcorados o falsificados que lanzan los partidos políticos a los cuatro vientos y cada vez con más frenesí, resumidos en píldoras para consumo cibernético en los celebérrimos 140 caracteres de un twit.
Para una gran masa de opinadores en esos foros, las más de las veces con tan gigantesca como fácilmente salvable ignorancia y una visión supuestamente progresista de los males ajenos, se tragan una y otra vez el veneno ideológico que Rubalcaba, y otros, les inculca tras previamente hipnotizarlos con su progrez: acusa al PP de querer, sin matices, que “si te retrasas, te vas [del sistema educativo]”. Si a eso le añade que además no habrá becas para los pobres, la demagogia populista está servida. Ya le ha dado fuego al caldero donde se cocina el odio al oponente. No es casual que Rubalcaba sea químico de profesión y fracasado político por vocación.
Si se lee la llamada Ley Wert, en ningún sitio se encontrarán esas cuestiones planteadas por el ex ministro socialista, que entre otros logros, ha cosechado llevar a la educación a ser el farolillo rojo de la OCDE, como certifican uno tras otros los informes PISA y la evidencia cotidiana en nuestras calles, sin necesidad de grandes estudios. Pocas virtudes pueden pregonarse de tamaño fracaso.
A mi entender, los problemas básicos de la educación tienen su fundamento en una multitud de factores, pero entre los que destacan tres. El primero y fundamental, es confundir igualdad de oportunidades con igualdad de resultados. Una cosa es que nadie se quede sin estudiar y progresar por problemas económicos, ese debiera ser el fundamento de la política de becas, con que todos los estudiantes alcancen los mismos niveles académicos. Para implementar esa confusión, los socialistas han luchado, y siguen luchando, con todas sus armas ideológicas contra la cultura del esfuerzo individual. Por un lado cercenan las cabezas de los que destacan por su esfuerzo, por otro bajan el nivel hasta donde sea necesario para mejorar las cifras estadísticas. Pura “química RB”.
La falta de autoridad física y moral de los profesores en las aulas, es el segundo gran problema. Como bien decía Lao Tsé, “sólo cuando el alumno esté preparado aparecerá el maestro”. No porque lo diga un texto legal y sin que el sistema apoye la autoridad del profesor, se podrá lograr que un adolescente que no quiera estar en un aula, permita a sus compañeros que progresen adecuadamente... en la senda del conocimiento y no en el adoctrinamiento progresista. No es casualidad que cada vez sea más frecuente ver guardias de seguridad dentro de los colegios y policía local y nacional en sus alrededores. Y aún hay mucho más que decir, pero no hay espacio.