Guillermo García, el polémico director de RTVC, duda del “interés funcional” de las 140 preguntas que le hace el parlamentario del PSOE Manuel Fajardo. Es más, y para más INRI y escarnio, García presupone que “en ningún caso obedece a un mero deseo de conocimiento”. Se permite interpretar las intenciones del alma del diputado preguntón, que aunque sea del grupo que supuestamente apoya o es cómplice del Gobierno nacionalista, se supone que también la tiene, aunque sea laica. Es que algunos, por cuestiones de disciplina de partido, en el pecado llevan la penitencia y han de cargar su cruz nacionalista Teide arriba.
Quizás ahora sus señorías debatirán en las gacetillas preelectorales la interpretación semántica y polisémica de la sesuda frase de “interés funcional”, sin nada mejor a que dedicar su tiempo y esfuerzo, tratando de entender cómo es posible que por segunda vez se nieguen a darle a un representante del pueblo canario, lo de socialista es un detalle menor en este caso, los datos que solicita. Como son muchos los documentos que pide Manuel Fajardo, pensará el director de RTVC, no le voy a dar ni siquiera unos cuantos expedientes, aunque fuera poquito a poco, no vaya a empacharse si tuviera tiempo y ganas de leerlos. O también podría pensar, con la advertencia previa de las películas americanas de que cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia, mejor no le daré ninguno, no sea que encuentre algo raro antes de las elecciones y me monten un buen “pollo”.
Alega como excusa para no contestarle que, hacerlo, paralizaría el ente, sin duda ectoplásmático en este caso, nada más y nada menos que por falta de personal. Será de la persona, en singular, necesaria para hacer una copia en DVD de los expedientes solicitados que debiera tener perfectamente clasificados y digitalizados. Al menos eso sería lo racional en una administración del siglo XXI, máxime si ya lo tuvieron que hacer con anterioridad para la Audiencia de Cuentas. Esa respuesta y esa presunción de ligereza hecha al diputado Manuel Fajardo, es tan irracional como despectiva. En román paladino, podría preguntarle que para qué retruenos pregunta tales chorradas y que si no tiene cosas mejores que hacer.
Esta cuestión, que viene siendo reiterada costumbre, trasciende de la mera malcriadez y falta de respeto democrático e institucional en las relaciones entre los tres teóricos poderes del Estado. Eso al margen del uso torticero de los plazos legales y de tácticas marrulleras para la dilación temporal de los tiempos de respuesta, siguiendo la máxima de que el tiempo todo lo cura y no hay mal que dure tres telediarios, que es al fin y al cabo, lo que más preocupa a los políticos, muchos de ellos seres ectoplasmáticos para la mayoría de los ciudadanos.
Todo lo dicho anteriormente, no sólo aplicable a este caso concreto de preguntas dirigidas a la RTVC, sino en general al lamentable espectáculo que pueden sufrir los ciudadanos, que con un punto masoquista osan ver, por ejemplo, las sesiones de control a los gobiernos. Uno pregunta algo y el interpelado responde otra cosa distinta o contradictoria, eso sí, hablando como si acabaran de bajar del monte Sinaí con las Tablas de la Ley. Hasta ahí la puesta en escena, analizar o explorar distintos escenarios dicen que hacen los políticos cuando hablan en politiqués. Lo lamentable es que, después, no hay consecuencias y no pasa nada, cuando resulta evidente en este pin-pong parlamentario, que uno de los dos miente, si es que no lo hacen los dos. En general no es posible que tengan razón los dos interlocutores a la vez, si es que se están refiriendo al debatir realmente a la misma cosa. Cuando muchas veces, las replicas ya las tienen escritas de antemano, ¿que podemos esperar sacar en claro de eso, cristiano?