Aunque debiera ser ya de sobra conocido, nunca está de más recordar que la ecología es una ciencia, con sus métodos y asuntos de interés propios, pero que los ecologistas son grupos políticos antisistema, que suelen esgrimir “investigaciones” producidas por la paraciencia, con informaciones parciales adaptadas a lo que esté de moda en esos momentos y con un toque “naif” en sus predicciones catastrofistas para consumo de los menos informados.
Y mientras la ecología sigue trabajando incansablemente para lograr un mayor y mejor conocimiento del mundo que nos rodea, los ecologistas picotean de flor en flor, según el tema de moda, con gran profusión de propaganda alarmista con el que asustan a los ciudadanos para que presionen a su vez a los políticos y financien sus desvarios. Lamentablemente, el mundo universitario, que no sigue necesariamente las reglas de la investigación científica seria, no está exento de sucumbir a las presiones ecoalarmistas de esos activistas.
Canarias ha padecido actuaciones de toda índole de estos grupos que se han demostrado, al cabo de muy poco tiempo, ser totalmente infundadas, faltas de rigor científico y con una carga política antisistema muy notable, frecuentemente en campañas desmesuradas fuera cual fuera el color del gobierno de cada momento. Tan sólo como ejemplo, se podría recordar las dos grandes manifestaciones populares en Gran Canaria, en la zona de Juan Grande. Una con motivo de la construcción de la macro cárcel. La otra anterior contra la contaminación medioambiental y el deterioro ecológico irreversible que produciría la central eléctrica, esa misma que allí ahora funciona sin problemas de esa naturaleza, cuya chimenea ahuyentaría despavoridos a los turistas que la contemplaran desde sus hamacas en Playa del Inglés. Todo ello adobado convenientemente con lo de la ya olvidada destrucción de la capa de ozono.
También estuvo el apoyo a la moratoria turística, que en realidad era una paralización de la construcción de hoteles porque destruían el paisaje y el medio ambiente, mientras esos grupos ecologistas miraban para otro lado cuando, en la inmensa mayor parte del territorio, los propios canarios, que no la industria turística, transformaban un viejo alpendre o cuarto de aperos en un gran chalé, con piscina incluida, para que abrevaran los “animales”.
Como letal contaminación electromagnética, los ecologistas abanderaron la lucha contra las antenas de telefonía móvil. Al mismo tiempo que políticos de la oposición les bailaban el agua, poniéndose al frente de las manifestaciones o bajo las pancartas reivindicativas, pedían mejor cobertura para sus móviles, que la TV llegara a todos los lugares por remotos que fueran y prometían que, si los votaban, habría WI-FI gratis en todos los lugares. Silenciaban torticeramente que todos esos servicios producen esa supuesta contaminación electromagnética que simulaban combatir ahora con tanto ardor ecologista.
A raíz del terremoto en Albacete, el Grupo Parlamentario Socialista de las cortes de Castilla y la Mancha, junto con la coalición ecologista y socialista Equo-Compromís, sin el menor sonrojo, exigieron la paralización inmediata de las licencias de fracking concedidas en el año 2012, sabiendo positivamente que en España no se ha realizado ninguna actividad de fracking. Curiosa y falsaria anticipación espacio temporal de los políticos ecologistas.
Dado el nulo acierto de sus adivinos de cabecera, se dice que esos grupos activistas antisistema han solicitado los servicios de Rappel, para intentar acertar alguna vez en sus catastrofistas predicciones. Si la paraciencia falla, la magia adivinatoria tal vez atine.
